Sería mejor que mientras lees este articulo te sirvieras una cervecita fresquita porque vamos a hablar sobre impuestos y cerveza.
De sobra es conocido que el poder siempre ha necesitado nutrirse de fondos, y para obtenerlos entre otras muchas actividades, ha necesitado recaudar tributos.
La cerveza no ha estado exenta de ellos y aunque en España históricamente hasta el siglo XX no ha sido una bebida de gran consumo también fue gravada.
Actualmente, también hay varios impuestos que la gravan, entre ellos tenemos el impuesto especial sobre la cerveza que recae sobre el consumo de este producto, gravando, en fase única, la fabricación e importación de esta bebida.
Es este un impuesto especial de fabricación y al gravar consumos específicos, junto con el IVA, es una de las figuras básicas de la imposición indirecta. Grava a cervezas y mezclas de cervezas con otras bebidas no alcohólicas, siempre que su graduación sea superior al 0,5%. En este caso pagan entre 2,75 y 13,56€ por hectolitro. Si el porcentaje de alcohol es inferior no se paga el impuesto. La base imponible es el volumen de producto objeto del impuesto, expresado en hectolitros de producto acabado a temperatura de 20º C.
Además, tenemos el IVA que en el caso de las bebidas alcohólicas es del 21% salvo que se consuman en locales de restauración en cuyo caso se aplicará el tipo reducido del 10%.
En el pasado, en el antiguo régimen a la cerveza (minoritaria en consumo con respecto al vino) también la gravaban
Primero debemos tener en cuenta que los impuestos en esta época eran todos indirectos es decir se aplicaban independientemente de la capacidad económica y gravaban la producción, el comercio o el consumo, por lo que repercutían casi en exclusiva en el pueblo y beneficiaban a la Corona, la nobleza y el clero.
Los productos de consumo tanto los de primera necesidad como los demás, estuvieron gravados con diferentes impuestos tanto municipales como reales.
Los más sustanciosos para las arcas reales eran las alcabalas y las sisas.
Para la venta de productos no básicos, aunque tampoco de lujo se utilizaba el procedimiento del estanco que consistía en un privilegio real que se otorgaba a uno o pocos individuos para producir, comerciar o abastecer a una población con un producto, a cambio el estanquero debía de contribuir a la Real Hacienda con grandes cantidades de dinero que quedaba estipulada en el documento real. La nieve, los aguardientes o la cerveza estuvieron estancados, el más antiguo de estos privilegios data de 1633 y estuvo vigente hasta finales del siglo XVIII.
La alcabala era un impuesto que gravaba el comercio y que suponía aproximadamente un 10% del precio que pagaba el consumidor. Este impuesto lo pagaba el consumidor, pero lo recaudaba el propietario del estanco para la Real Hacienda. En los siglos XVI y XVII la cerveza pago alcabala.
En Madrid y de más tardía aparición, había otro tributo que era la sisa, este era un impuesto municipal. El origen de este impuesto hay que buscarlo en la Corona de Aragón, donde las Cortes con el objetivo de recaudar sumas solicitadas por el rey, descontaban en el momento de la compra, una cantidad en el peso o medida de ciertos productos, normalmente una octava parte.
Los municipios vieron negocio y se apuntaron para sacar tajada de la sisa y comenzaron a recaudarla directamente en beneficio de sus propias arcas. Eso sí, siempre con autorización real o de las Cortes y especificando en qué se iba a emplear la recaudación (mejorar infraestructuras, dotación de servicios, hacer frente a desastres naturales etc.).
En 1689 y por acuerdo municipal para cubrir a los gastos de la entrada a la villa de Madrid de Mariana de Neoburgo (segunda esposa de Carlos II) con autorización real se gravo la cerveza con 8 maravedíes la azumbre o 64 la arroba.
La entrada de un soberano o consorte suponía un gran gasto para el municipio, para ello se creó una junta extraordinaria para organizar los festejos en la capital, había que engalanar fachadas, calles, iglesias, conventos u hospitales, habría un desfile con su cortejo de nobles, músicos y guardias, había que hacer inscripciones en algunas puertas y hacer el recorrido ceremonial hasta el palacio y eso al final lo pagaba el pueblo.
La azumbre es una antigua unidad de medida para el volumen de líquidos, aproximadamente equivalía a dos litros, la arroba también era una medida de capacidad o volumen, pero su valor dependía de las zonas e incluso del propio liquido medido.
La sisa estaba sujeta por parte de los escribanos municipales a un severo control de la producción para exigir la posterior exacción. Siempre hubo disputas con los cerveceros quienes pretendían eliminar del pago de este impuesto la parte de cerveza que se estropeaba o que mermaba desde su elaboración que podía llegar a ser mucha entre un 50 y un 60%.
Como vemos en líneas generales en todas las épocas, siempre se ha pagado por beber cerveza, el poder siempre se ha beneficiado de ello y a nosotros por lo menos nos queda el consuelo de disfrutar de ella, así que por lo menos exijamos buena birra y de calidad.
Salud y birras